
Cada poco tiempo recibo la revista digital www.yogaenred.com. En esta revista se publican muy variados artículos sobre yoga. Sinembargo, en la revista de hoy, el artículo que os copio a continuación, me ha parecido excepcional. Os recomiendo que lo leais tranquilamente.
La virtud de la insignificancia
En el afán del hombre, el
¨significado¨ procura rellenar el sentimiento de vacío que puede llegar a
producirse en él. Puede darle la compulsión de aparentar, de fingir que todo va
bien cuando en el fondo hay malestar, de querer transmitir lo maravilloso que
es todo cuando a lo mejor quedan restos de miseria. Escribe Raúl Santos
Caballero.
Insignificancia. Si jugamos con la palabra, podíamos
conjugar: ¨significancia intrínseca¨, es decir, significado propio, esencial y
natural.
Esa insignificancia -en apariencia- es el valor
cualitativo que subyace sin la necesidad de ser reconocido por nadie. Desde
pequeños nos educan para que seamos ¨hombres de provecho¨, que lleguemos a lo
más alto y que alcancemos prestigio. Es como tomar el relevo de otras personas
adultas que no lo han conseguido, y con ello, cumplir una meta que en muchos de
los casos no nos pertenece.
El significado de una persona cuando se convierte en
escaparate se torna como un adorno, una máscara y una pose de la que no se
puede deshacer. La felicidad podrá ser fingida pero al final es una demanda de
ser considerados, tomados en cuenta y ubicar un espacio único dentro de la
multitud. Ese espacio único ya se crea en el centro de tu ser, sólo hay que
reconocerlo. Tu propia individualidad es irreemplazable, no hay dos copias, la
existencia no tiene pensado volver a repetirte. Entonces ¿por qué esa
carrera para llegar a ninguna parte?
Está bien prosperar, avanzar, evolucionar y querer ser
mejores de una versión nuestra con la que no nos conformamos. Pero ¿por
qué ese rechazo a ser común? Si nos fijamos en la naturaleza, vemos que es
mucho más sabia. Nadie compite con nadie. Un árbol no lucha por ser un pájaro
ni viceversa; una rosa no exhala su aroma dependiendo de quién la perciba.
Rigen sus propias leyes pero no verás agitación ansiógena en nada, tan sólo una
profunda aceptación de lo que es y que permite la fluidez continua. Pero
para el hombre una hormiga no tiene significado, por eso la pisa, siente su
poder sobre ella. Un árbol quiere alcanzar las estrellas, por eso asciende
hacia arriba, pero no abandona nunca sus raíces. Hasta donde llegue lo habrá
disfrutado.
Pero cuando una persona decide ser insignificante -en
el contexto que estamos empleando-, no significa que no quiera arriesgar por
miedo, que no se atreva a dar ningún paso, sino que siente una gran
liberación. Se vuelve un don nadie, se sumerge en el anonimato, pero eso le
convierte en extraordinario para sí mismo. Escala su propia cima, se eleva
sobre sí mismo, y trata de conquistar lo que nadie le puede sustraer. Ve en
la sencillez su modo de expresar, sin galones, sin sofisticación, sin un
repertorio de todo lo anteriormente conquistado para mostrar. La sencillez le
permite ser como es en este momento.
El sentimiento de la insignificancia es un gran ejercicio
para nuestra vanidad. Es observar
que en nuestra ausencia las cosas siguen existiendo, siguen su curso. La
existencia te invita a participar a cada momento, pero extraviados en lo que
podemos obtener en otro, rechazamos dicha invitación.
La insignificancia es reconocer que somos una parte
del todo. Que estar
a la espera de la llegada de lo extraordinario empaña la visión, porque esa
misma cualidad se encuentra en lo ordinario, en el alrededor, en la brisa que
roza tu cara. Hay belleza en lo común, en lo corriente, en el simplemente
¨estar¨. La lucha es tensión, rudeza, y siempre está viendo amenaza en ver
perdida su valía.
La insignificancia es significado total pero en otra
dimensión. Si buscamos ser insignificantes a la espera de que nos lo reconozcan,
estaremos en el mismo juego. Es más que una actitud; es un reconocer la
banalidad, la futilidad de ciertas cosas que, al fin y al cabo, nunca nos
llegarán a trasformar.
Por ello, la virtud de la insignificancia es la
comprensión profunda de nuestra verdadera esencia, lejos de los parámetros que
impone esta sociedad en la que se determina nuestro valor en la apariencia que
logramos hacer llegar a los demás.
En la búsqueda de uno mismo, la insignificancia no es
un término negativo, sino la ausencia de capas que creemos que
configuran nuestro significado. Por ello, la virtud de lo ¨significativo¨
estribará en a qué queremos dar un significado, ya que en la mayoría de
los casos dependerá más de nuestra percepción y proyección que de la carga de
atributos que puedan ofrecerse en un momento dado.
Nuestros valores, nuestras prioridades de a qué
queremos conceder una significación pueden verse otorgados por nuestras
premisas para lograr un sentido pleno a nuestra vida, para darnos un abrazo con
la existencia. Esperar un significado de afuera es como para la rosa creer que
la fragancia viene de lejos cuando es ella quien la exhala por sí sola.
La insignificancia en sí contiene un gran significado.
¿A qué esperas para dársela?
Raúl Santos Caballero es escritor (su último libro: Las sandalias del
buscador) y autor del blog En busca del Ser.
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